Wednesday, August 16, 2006

La verdad de nuestra época

Fidel no necesita en absoluto que se le hagan apologías ni que se le cubra de adjetivos al llegar a su 80º cumpleaños; pero el amor fraternal, el respeto, la obediencia, la confianza y la lealtad sin límites que le profesamos, nos compulsa a ciertas reflexiones que no son solo mías, sino de sus compañeros y nuestro pueblo. Basta con que digamos, de la forma más sencilla posible, lo que él es y lo que él representa para Cuba y para el mundo, para nuestra historia en los últimos 50 años y para el futuro de la humanidad. Si se tratara de un ridículo culto a la personalidad, y que él rechaza desde lo más profundo de su conciencia revolucionaria, nuestros enemigos no habrían tratado de organizar más de seiscientos planes para asesinarlo. Ellos saben mejor que nadie que se trata de una personalidad sin culto, pero que señala con sus ideas, con su cultura, con su liderazgo político y moral, la necesidad y la urgencia de cambiar el mundo. Y por eso mismo el fin de este sistema. Al imperialismo no le quitan el sueño ni un marxismo dogmático ni otros proyectos más o menos trasnochados. El marxismo de Fidel sí les preocupa, porque él sintetiza y actualiza lo esencial del pensamiento liberador de Bolívar a Martí, la historia heroica de Cuba y de todos nuestros pueblos, los ideales humanistas y éticos de la cultura universal, las ideas emancipadoras de Marx, Lenin y otros revolucionarios socialistas, y el conocimiento profundo de las realidades actuales, con sus potenciales peligros que, como nadie, él ha podido prever e identificar siempre con sagacidad e inmediatez de respuesta. Les preocupa su liderazgo indiscutido y unitario al frente de Cuba, su capacidad de convocatoria aglutinadora de las fuerzas progresistas del mundo. Concita su desesperación que Fidel haya rescatado para siempre el espíritu internacionalista que el egoísmo de otros tendió a mellar; que ese sentir de lo mejor de los pueblos de todas las latitudes, lejos de extinguirse tome fuerzas hoy en tierras de América y resucite en plena selva boliviana, allí mismo donde vanamente trataron de sepultarlo junto al Che revivido. No pueden perdonarle, —cómo olvidarlo— tener que resignarse a que África nunca más sea la del Apartheid. No han podido matarlo ni acabar con la Revolución cubana, y por eso mantienen hacia su figura esa guerra mediática sin cuartel que trata en vano de negarlo, calumniarlo y desvirtuarlo ante la opinión pública. Esas mentiras se desmoronan cada vez que la presencia o la palabra de Fidel pueden hacerse sentir. Martí dijo una vez, refiriéndose a Bolívar, que no era que los hombres hicieran a los pueblos, sino que los pueblos, en su hora de génesis, suelen ponerse, vibrantes y triunfantes, en un hombre. Cuando Fidel, el primero de mayo del año 2000 definió qué es revolución, expresó las aspiraciones de nuestro pueblo y la humanidad, y sin quererlo se definió a sí mismo. Ello se hace evidente en la obra de la revolución, tanto en su quehacer interno como a escala planetaria desde el triunfo del Primero de Enero del 59, hasta hoy y para siempre. Definió a nuestro pueblo y definió al hombre que lo encarna. Fidel es ese ser humano de carne y hueso que nos acompaña, pero también Fidel es un hijo de nuestro pueblo y todo nuestro pueblo revolucionario es también en buena medida Fidel. Desde 1952, cuando comenzó a organizar lo que después sería el asalto al Moncada, su vida ha sido un permanente educar y darse a los demás. Primero recibimos esa influencia en nuestro contingente clandestino, que luego se redujo a un pequeño grupo en la cárcel; más tarde fue el Ejército Rebelde, después el pueblo de Cuba entero. Hoy Fidel se multiplica en Latinoamérica y el Caribe, en todos los pueblos explotados, en cualquier hombre o mujer de cualquier parte del mundo que tenga aspiraciones de justicia para la humanidad. Fidel, en pocas palabras, es la verdad de nuestra época. Sin chovinismo, es el más grande estadista mundial del siglo pasado y de este; es el más extraordinario y universal de los patriotas cubanos de todos los tiempos. Ramiro Valdés Menéndez Comandante de la Revolución

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